martes, 20 de septiembre de 2016

ASOCIACIONES VECINALES Y MUSULMANES ¿INTEGRACION?

Asociaciones vecinales y musulmanes. ¿Integración

Es evidente que la población musulmana crece en Europa y, por lo tanto, también en España. Lo deseable en estos casos, como en cualquier otro tipo de inmigración, sería que las personas que vienen de fuera, con otras costumbres, e incluso con otras leyes, se adaptaran a nuestra sociedad integrándose en ella. Empezando por lo de las leyes; esto no es ninguna opción negociable; si un inmigrante incumple con la ley española, aunque sea haciendo algo que pudiera considerarse legal en su país, tendrá que ser sancionado como corresponda. Lo mismo ocurriría si nosotros vamos a sus países. Sería absurdo que se les diera un trato de favor en la aplicación de las leyes. Al igual que ha ocurrido siempre, es normal que la población proveniente de otro país se concentre más en unos barrios o ciudades que en otros, lo que provoca también (como no puede ser de otra manera) una mayor representación en las asociaciones vecinales. Y de eso precisamente quería hablar hoy.

Representación musulmana en las asociaciones vecinales


Asociaciones vecinales. Los primeros síntomas de invasión.
La vecindad es la primer afectada por la inmigración. Es evidente que los barrios elegidos para el asentamiento serán los primeros en ser testigos de si existe voluntad de integración o si se viene a España con la idea de que prevalezcan las costumbres extranjeras. Es normal que el inmigrante quiera mantener sus costumbres; cuando los españoles iban a otros países de manera masiva a trabajar, promovían las asociaciones españolas donde se reunían, hablaban de sus cosas en español, cocinaban platos españoles, etc. No es lo mejor para una integración, pero supongo que tampoco la buscaban; lo suyo era estar unos años fuera del país y luego volver. En cualquier caso, lo que no hubiera sido permisible es que esos españoles emigrados pretendieran que los alemanes (por poner un ejemplo) se adaptaran a sus costumbres de manera que se les prohibieran ciertas cosas. Una cosa es la no integración (siempre ha habido guetos en todas partes) y otra la convivencia necesaria, que tiene que estar muy alejada del sentimiento de invasión.
La noticia, que se quiere enfocar como simple anécdota, pero para mí resulta mucho más grave y acabará teniendo consecuencias a medio plazo, ha ocurrido en Mataró (como podría haber pasado en cualquier otro pueblo de España). Unos vecinos han querido organizar una paella popular y, con el fin de tramitar los oportunos permisos con el Ayuntamiento, han recurrido a la Asociación de Vecinos de Rocafonda (barrio de Mataró). La respuesta por escrito de esta asociación no podemos considerarla anecdótica:
A continuación traduzco (el original está en catalán) un extracto del escrito de la asociación:
 La Asociación de Vecinos de Rocafonda […] ha aceptado […] tramitar los permisos necesarios para que se pueda llevar a término la jornada arrocera […] Pese a todo, antes de empezar a tramitar los permisos, la asociación […] quiere asegurarse de que en esta celebración no habrá comportamientos que puedan afectar a la convivencia en el barrio, de manera que rogamos al responsable que se comprometa a lo siguiente:
1.- El arroz no llevará ningún tipo de bebida alcohólica, ni tampoco cerdo o derivados. La razón es que en el barrio cada vez hay más personas con diversidad de dietas alimentarias y para preservar la salud pública hemos de promover entre todos y todasunos hábitos alimentarios saludables. De este modo será una paella abierta a todos.
Creo que la cuestión es muy grave. No se menciona que las exigencias sean por las costumbres musulmanas, aunque es evidente. Es absurdo que se diga que es por cuestión de salud pública, o que sea para que todos puedan participar. Bajo mi punto de vista hubiera sido comprensible que solicitaran el preparado de alguna paella sin estos condimentos, pero ¿prohibir su utilización? ¿Qué pensarían los musulmanes si se les prohibiera cocinar cordero en sus fiestas? Supongo que eso sería una afrenta imperdonable.
Pero la prohibición no queda en eso. La asociación exigía, además, designar a dos personas para vigilar que no existiera ningún tipo de conflicto a la hora de utilizar los ingredientes. También exigía que si había beneficios, estos se destinasen a actos públicos en el barrio (caso de haber pérdidas tenían que asumirlas los organizadores). También se prohibía que parte del beneficio se destinara a entidades de tipo religioso.
El portavoz de la asociación no ha dudado en acusar a los organizadores del evento: «la paella popular la entendemos como una provocación».
Creo que dejar este asunto en mera anécdota es frivolizarlo. Tendríamos que analizar con mucha atención este tipo de actitudes porque de ello depende nuestro futuro. Y las asociaciones vecinales pueden ser el inicio de todo.
Del Blog de Ramón Cerdá

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